The Danish Girl (La chica danesa) | Reseña
- Manuel Rodríguez
- 13 feb 2016
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 28 jul 2022
Puntuación: 7.8/10

Un pintor que cree conocerse a sí mismo entra en la búsqueda de su verdadero ser cuando su esposa pierde a su modelo y él tiene que posar con medias veladas y un vestido. Historia basada en los eventos reales de la vida de Einar Wegener, la primera persona en someterse a una cirugía de cambio de sexo; protagonizada por el ganador del Premio de la Academia Eddie Redmayne.
A Einer Wegener le parecía tener la vida perfecta después de haberse casado con Gerda Wegener. Ambos vivían en un apartamento en Dinamarca, ambos eran pintores, y ambos se amaban. Al menos eso parece en las primeras escenas. Pero algo cambia en la actitud de Einer. Brillantemente, el director de El discurso del rey logra, con unas tomas cercanas y distorsionadas, hacernos entender que algo está pasando en la personalidad del personaje principal, pero aún no se entiende muy bien qué puede ser. Todo continúa sin cambios hasta que Gerda necesita terminar un retrato, pero su modelo no está. En lo subsiguiente, Einer tiene que sobreponerse el vestido del cuadro para que su esposa pueda acabar su trabajo. Sin embargo, ninguno podría prever lo que pasaría en consecuencia de eso. Mientras Gerda sigue pintando el cuadro, Einer empieza a acariciar los bordes del vestido, a apreciar su tela y su estilo, y entonces, llega Oola, amiga de los enamorados y la modelo real del retrato. Ella no le da especial atención a que el esposo tenga medias veladas y un vestido puesto; en cambio, la situación le causa risa, y le pinta los labios a Einer, luego le pone un nombre de mujer: Lili. A partir de ese momento de desencadenan los hechos de toda la película. Einer quiere ser mujer. No es gay, solo quiere ser mujer. La película sigue al personaje de cerca, lo deja a uno sentir las emociones que él siente, y gracias a la actuación deslumbrante de Eddie Redmayne, el espectador puede llegar a sentir expectación, compasión o simpatía. Tampoco hay que soslayar la actuación de Alicia Vikander. Es un performance espectacular, lleno de pasiones desaforadas pero sutiles, y una fuerza que no se puede comparar con ningún otro personaje en la película. Un personaje extremadamente sensible y comprensivo; la parte humana de la película, el verdadero amor de una esposa. Enmarcada en un marco artístico dramático, la historia concentra su atención en los momentos críticos que la pareja vive a causa del deseo de Einer, o mejor dicho, de Lili, pues esto conlleva ciertos riesgos, o pérdidas. Incluso su matrimonio deja de existir, y mientras Lili se siente bien, Gerda sufre, pues ya no puede recuperar a su esposo. Si uno lo piensa bien, Einer es un personaje despreciable. Y no por el hecho de ser la primera persona en intentar un cambio de sexo, sino por todo lo que le hizo a la esposa, quien por otro lado, demuestra estar completamente enamorada y entiende la situación hasta el punto de apoyarla. No por esto, claro, se puede desacreditar de todo los sentimientos de Einer. Sin querer entrar en una discusión social, el punto es mostrar que la actuación incrementa potencialmente el gusto del espectador. Es una película imperdible, imperdible por su carácter artístico, por un hilo de narración coherente, y por una grabación loable. Sin embargo, la película no es extraordinaria. Está bien hecha, sí. Tiene características muy similares a El discurso del rey pero no logra entablar una fuerte conexión con el mundo fantástico del cine excelso. Tal vez sea por la historia o por la forma de ser contada, pero algo le falta. Y sin embargo, no se puede perder en la historia, y menos en estos momentos en los que se acercan los Óscar. Conclusivamente, tiene que vérsela y apreciar los pequeños detalles que hacen del filme algo especial pero no magnífico.
La Chica Danesa nos transfiere las experiencias vitales de un hecho real, dentro de escenarios ficcionales, la posibilidad de abrir debates en nuestro campo del psicoanálisis, género y subjetividad.
Trabajar y compartir nuestras intervenciones clínicas, dar lugar a los interrogantes que se nos presentan, tener espacios de formación que nos acerquen a conceptos y herramientas críticas «pospatriarcales» y «posheteronormativas». En las fronteras del conocimiento-desconocimiento transitar los enigmas y trayectorias deseantes, eróticas y amatorias que las subjetividades genéricas originan en búsqueda de las ficciones del amor.