아가씨 (The Handmaiden) | Reseña
- Carlos Bermúdez
- 19 jul 2017
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 16 sept 2020
Puntuación: 9.0/10

The Handmaiden (2016) es cine como puro artificio, un universo de perversión decadente, desvergonzado esteticismo, melodrama propio de telenovela y humor negro como el pecado. La misma ubicación de la imponente mansión campestre en la que se desarrolla buena parte de la historia (una combinación de arquitectura inglesa y japonesa en suelo coreano) sirve como declaración de principios: una narración como ésta rechaza abiertamente la idea de un naturalismo atado a determinado contexto nacional, y sólo puede existir en la mente de un artista. Esta afirmación puede parecernos preocupante: una rápida ojeada a la filmografía de Park Chan-wook nos revela que sus películas son simultáneamente viscerales y calculadas, desbordan de una sensualidad visual y una fascinación por la perversión que descarrilarían el desarrollo de la trama si no se encontraran cuidadosamente coreografiadas por un prestidigitador. Aunque debo confesar adorarla, es innegable que la recepción ambivalente de su última película, Stoker (2013), se debió a un desbalance entre el virtuosismo del "auteur" coreano y sus tendencias melodramáticas: la cinta servía como la pulida superficie de un corazón vacío, y sus temas de sexualidad femenina y degeneración familiar parecían más un ejercicio académico de reelaboración gótica que una verdadera fascinación. En efecto, The Handmaiden hereda el preciosismo de su predecesora, pero lo utiliza para articular una preocupación por la identidad de los personajes y su relación tanto con otros como con la verdad. Mientras que el giro de Stoker era dolorosamente predecible, aquí nada es lo que parece. Dividida en tres partes, cada una de las cuales parece calculada con metrónomo en mano, la película empieza con el reclutamiento de Sook-hee, una ladrona de poca monta, por el conde Fujiwara, estafador que se hace pasar por miembro de la aristocracia japonesa. ¿El plan? Entrar al servicio de Hideko, una rica heredera japonesa firmemente bajo el control de su tío (otro farsante coreano), para convencerla de que se case con el conde, de forma que este pueda robar su fortuna. Sin embargo, pronto se hace claro que la relación entre ambas mujeres va más allá de lo platónico… Luego llega la segunda parte, y discutir en algún detalle la trama se hace una tarea casi imposible. Sobra decir que nada es lo que parece: se repiten eventos que hemos visto previamente desde perspectivas diferentes, se extienden escenas que en primer lugar consideramos completas, se descubren nuevas habitaciones de la casa y sus siniestros usos. De por sí ominosa y bellamente diseñada en la primera parte, la mansión se convierte en un mapa de las relaciones entre los personajes, en el que rendijas y portezuelas, ocultas durante nuestro primer recorrido por el ángulo de la cámara y la prudencia del director, nos revelan la verdadera complejidad (y perversión) de la conspiración y la crueldad de eventos que han sucedido en este lugar. Con la tercera parte vuelven a voltearse las mesas, y finalmente visitamos el sótano del tiránico tío, donde la anticlimática violencia cómica que el director nos ha negado a lo largo de la película es compensada con creces por la sugestión de un acto sexual verdaderamente delirante (pista para los conocedores: una falsificación de Hokusai se encuentra involucrada). Una construcción tan ingeniosa nos obliga a recordar las correspondencias visuales que originalmente atribuimos al exceso que hemos llegado a asociar con el director: composiciones especulares que establecen una relación entre sirvienta y señora más allá de lo erótico (una en particular, idéntica a un cuadro de Magritte, es bastante mamorable), la similaridad entre la sangre derramada tras el primer coito y el patrón de un kimono. La inquietante presencia de muñecas de porcelana y su explícita asociación entre estas y la dama Hideko nos revelan la verdadera naturaleza de la actuación de Kim Min-hee -capaz de robarse toda escena en la que participa-. The Handmaiden no solo es barroca por una búsqueda de méritos estéticos, los cuales logra ampliamente (por si no había quedado claro, esta es una de las películas más hermosas del año), sino para obligarnos a cuestionar que ademanes son calculados, y cuales expresan verdadera pasión. La cinta está llena de estafadores, falsificadores, hombres y mujeres que rechazan su nacionalidad o estatus social para adoptar uno que mejor se adapta a sus ambiciones.
El guion de 'La Doncella (The Handmaiden)' está basado en la novela 'Falsa Identidad' de Sarah Waters, cambiando el londres victoriano y dickensiano por la Corea colonizada por Japón de los años 30.