Sobre Ya no estoy aquí, el viaje y la ruina
- Manuel Rodríguez
- 5 jul 2020
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 6 nov 2024

¿Por qué tenemos la necesidad de viajar? ¿Cuál es el fin que perseguimos con el viaje? Estas son preguntas que muchas veces nos hemos hecho como individuos y como parte de la especie humana. Tal vez la fascinación del viaje pueda explicarse porque condensa una variedad de experiencias que componen nuestra vida. Esto tiene un reflejo lingüístico en el hecho de que nuestro vocabulario confirma una preeminencia semántica del viaje en muchas de las actividades y oficios que nos ocupan y que creemos también nos definen como personas. No pretendo llenar estas páginas de ejemplos que cada quien puede pensar por sí mismo. Lo que me interesa es hablar de un caso ejemplar que permite ver la convergencia de diversas experiencias alrededor del viaje.
Así pues, lo que me ocupa en este momento es la película de Fernando Frías, Ya no estoy aquí. Como el título sugiere, se trata de una película sobre el viaje. La película cuenta la historia de Ulises, un joven mexicano nacido en Monterrey para quien la música y el baile son el núcleo de su vida. Por un caso de violencia entre pandillas se ve obligado a emigrar a Estados Unidos, donde no encuentra el refugio que su lengua y cultura representaban en su país natal.
Hay muchos motivos por los cuales viajamos. Además, sabemos que hay viajes más significativos que otros. Puede que algunos desplazamientos no lleguen más que al rótulo de excursiones de mitad y fin de año. También podemos tener razones distintas para querer hacerlo: hay quienes dicen que viajan para cambiar (qué o a quién es indeterminado o poco importante); recientemente se dice que se viaja para descubrirse a uno mismo, como una curiosa variación del slogan filosófico de conocerse a sí mismo. Puede que a pesar de ser trilladas estas razones conserven algo verdadero sobre la experiencia del viaje, pero lo hacen sólo en la medida en la que se inscriben en un proceso más abarcante. Pienso en ese proceso que se ha reelaborado y pensado a lo largo de muchos siglos; pienso en Gilgamesh, Herodes, Dante, en Ulises (de Monterrey) y en su famoso predecesor de quien toma el nombre, Odiseo. Sé que estos viajes han sido comentados infinitamente. Lo que me interesa ahora es saber cómo la película retoma el gran tema del viaje y ante cuáles objetos la contrapone para crear algo nuevo. Mostraré esto en la exposición de tres momentos: 1) el principio de extravío, 2) la defraudación de expectativas y 3) la consolidación de un saber.
En el caso de Ya no estoy aquí, la violencia es el motor que impulsa y obliga al héroe a viajar. Como motivo de viaje, la violencia siempre implica el derrumbe de lo que da sentido a la existencia. Como en la película, esto puede presentarse acompañado de una amenaza directa contra la misma existencia. En la escena en la que Ulises se ve implicado en el asesinato de un grupo de hombres, la cámara lo muestra arrinconado en una esquina, separado del crimen por un muro acribillado que ocupa la mayor parte de la pantalla. La reducción visual de un mundo sin muerte representa para Ulises la imposibilidad de continuar haciendo lo que le gustaba (bailar y escuchar cumbia rebajada); pero aún más, representa la certeza de que algo en su espacio vital ha cambiado hasta el punto en el que no puede seguir viviendo en él. Lo que plantea la película en un escenario de violencia es un principio de extravío de todo viaje y la certeza de que donde uno se siente por primera vez fuera de lugar es en la propia casa.

Pero además de eso el viaje no puede ser enteramente negativo. Y, en efecto, todo viaje implica una promesa en la forma de creencias y deseos, que constituyen nuestras expectativas y nuestra esperanza. Para Ulises esta promesa es la posibilidad de más promesas, el espacio en el que sigue siendo posible planear el futuro y construir nuevos sistemas de creencias y deseos. Lo paradójico de esta lógica es que la defraudación es necesaria para tener más experiencias y no sólo confirmar lo que ya se sabe de antemano. Nadie puede negar que esto sea un proceso doloroso. Se puede continuar viviendo con las ideas preconcebidas a fuerza de sacrificar una vida digna de ser vivida. Que Ulises en la película no haya culminado su viaje con la confirmación de las viejas creencias es sólo parte del camino de un viaje que promete la continuación verdadera de la esperanza después de la defraudación de las expectativas.
¿Qué puede seguir a esto? El viaje no termina con la develación de una realidad que creíamos que era de otra manera. La consecuencia positiva de este derrumbe es la consolidación de un saber, como cuando después de una decepción llegamos a ver las cosas como en verdad son. Ahora me pregunto cuál es el saber al que llega Ulises, cuando vuelve a su barrio y se encuentra con las ruinas de lo que alguna vez vivió. Creo que una posible respuesta a este saber puede encontrarse en el título, que no sólo plantea un viaje, sino una enunciación problemática. ¿De quién es esa voz que interpela al espectador, que le dice que ya no está aquí? ¿Cómo puede enunciarse desde un lugar en el que uno no está, que uno ha dejado? En cierta forma habría que dejar de ser humano y convertirse en fantasma. Ulises camina entre las ruinas transmitiendo justamente la imagen de un fantasma que frecuenta lo que alguna vez habitó. En Ya no estoy aquí el camino del héroe no conduce a un conocimiento del sí, ni siquiera a la consciencia de la finitud. De una manera paradójica, muestra de cerca la experiencia de saberse latinoamericano, de saberse un ser que no es de aquí ni es de allá; el saber del viaje de nuestro protagonista se condensa en en el figura atemporal de la ruina que irrumpe en la comunidad del tiempo de los mortales.
Excelente Película dirigida por Fernando Frías que da voz a los sectores marginalizados por la sociedad para ofrecer un discurso contra el prejuicio, la estigmatización y a favor de la tolerancia.