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La no virtud del otro, desde la película de Bong Joon Ho ‘Parásitos’ (2019)

  • Foto del escritor: Daniel Rojas Chía
    Daniel Rojas Chía
  • 2 sept 2020
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 3 sept 2020

El director de cine coreano Bong Joon Ho sorprende al mundo al presentar una película llena de matices y personajes, pues ninguno sostiene un pronunciado protagonismo, lo cual permite que la construcción narrativa sea desconcertante y atractiva. ‘Parásitos' cuenta lo que en un principio aparenta ser una historia enfocada en gente del “común”, y es allí cuando la historia se introduce con una asombrosa facilidad en la imaginación de cada espectador. El personaje llamado Gi Taek (Song Kang-ho), padre y figura que lidera a su familia, se encuentra sin trabajo; mientras intenta sostener de manera precaria una vivienda en una zona popular de Seúl, cuando su hijo mayor, Gi Woo (Choi Woo-sik), empieza a dar clases particulares, gracias a su amigo que tiene que viajar a continuar sus estudios en el exterior. Esta oportunidad es la conexión de la familia a otro nivel social, marcada repetidamente en la cinta, que expone la contraposición entre una persona adinerada/pobre.

Estas diferencias de clase se muestran marcadamente en casa de Park (Lee Sun Kyun), aunque en el fondo, estas dos familias tienen mucho en común pese a pertenecer a mundos totalmente distintos. Dicha relación inicia una serie de acontecimientos conectados entre sí de resultados imprevisibles. Sorprende también sus cambios de ritmo y sus puntos de giro que destacan aún más la transición por diferentes géneros cinematográficos, con una gran dirección llena de sentido gracias a sus planos elaborados y bien pensados, así como la introducción de cada personaje en pantalla. Sus gestos, sus particularidades y sus “talentos” florecen en cada situación, lo que permite la construcción de cada personaje a fondo. Señalo esto ya que en la mayoría de cintas son uno o máximo dos personajes que se desarrollan a fondo, pero el director coreano no deja cabos sueltos.


La película toca los conflictos de una visión capitalista y profundamente desigual con ironías marcadas por situaciones comunes, y lo patético que pueden ser las redes sociales para representar la realidad dentro de la misma sociedad que se burla de ella misma. Estas dualidades también trascienden lo político y lo racial, reflejado en una distinción de clases. El poderío consumista de los Estados Unidos y lo necesarios que son los países asiáticos con su mano de obra, que configuran una sutil crítica que trasluce cómo se consumen los unos con los otros.


Es destacable que cada personaje de la cinta ocupe un puesto importante en la historia haciendo que sea difícil identificar quién es el protagonista, lo cual añade una intensidad difícil de conseguir en la narración cinematográfica, y demuestra un mérito adicional del director coreano. Uno de los aspectos a resaltar es que la cinta transita brillantemente por diferentes géneros (lo cual es tremendamente difícil). Hay un inicio lleno de humor que paulatinamente se oscurece hasta llegar al thriller, pasando por el drama y luego nuevamente por la comedia y la comedia negra, hasta aterrizar en el terror. Esto hace que el desenlace sea aún más sorprendente, ya que no está condicionado por un género en específico.

Es una pieza que se convierte en una importante y profunda radiografía social; el espectador puede sentirse identificado por medio del humor y las situaciones cotidianas de los personajes, que hasta ese momento no se critican a sí mismos ni critican a la sociedad de la cual hacen parte. La cinta delinea las diferentes capas de la sociedad bajo mantos como el poder adquisitivo, construyendo en su avance estas diferencias que marcan de manera cruel sus fronteras y posiciones, en una sociedad donde las ambiciones y esperanzas son destruidas con el contundente desenlace de la cinta. Poco a poco y gracias a los brillantes cambios de género de la cinta, logra involucrar al espectador, vendiéndole una historia de humor que cada vez se adentra más en la realidad de un mundo desigual, lleno de estigmas y de diferencias sociales arraigadas en distinciones preestablecidas para referirnos al otro.


La violencia que desencadenan estas diferenciaciones se concentra en las personas, lo que da como resultado la reacción de Gi Taek, cuyo resultado es la generación de odio, puesto que en ocasiones solo unos cuantos pueden y tienen la opción de decidir, en contraste con quienes tienen lo que les toca y no lo que quieren. Se puede ver el uso de la moral como herramienta social desde el poder adquisitivo que lo compra todo, y que confiere la licencia de dar juicios, calificando a algo o alguien de bueno o malo desde los prejuicios de los personajes. El Señor Park refleja su posición de superioridad en frente de alguien que huele mal, que a sus ojos lo convierte en “pobre”, lo que por ende determina su puesto en la sociedad.


Las actuaciones de los actores promueven en la pantalla un balance especial en las dos horas y doce minutos de duración, que pasan sin que se sientan gracias a una historia repleta de situaciones que no les permiten a los espectadores bajar la guardia para cuestionar cada pasaje de la cinta, en virtud de la manera como el director aumenta la precisión en la narración de la historia hasta que logra trastornar lo que el espectador creía entender.


La cinta tiene notables construcciones visuales que ofrecen todo un complejo mensaje en cada cuadro, si se mira con atención. Una en especial impacta con su grotesca manera de marcar los puntos de atención de cada sociedad (según sus necesidades de consumo). Esta se da cuando la hija de la familia Ki Jeong (Park So‑dam), busca algo con urgencia en medio de la inundación de aguas residuales en el único sanitario de la casa, rebosado de estiércol: ella solo busca unos cigarrillos que tiene escondidos en ese lugar y, acto seguido, enciende uno que disfruta a plenitud, como si nada más pasara a su alrededor, “disipando el olor”.

Parásitos es una recreación de las realidades sociales que viven y libran todas las sociedades que aparentemente luchan por crear una igualdad; la película también es capaz de mostrar que todos necesitan de otros ‘parásitos’ en diferente medida, y cómo cada uno de nosotros alimentamos esa sociedad limitada por grandes paredes que nos separan de ideas, sueños y realidades, lo que pone a la película como una crítica contundente, en la medida que nos recuerda que estamos en un mundo donde hay personas que no se pueden dar el lujo de ninguna crítica porque apenas viven para sobrevivir o para ser parásitos.

 
 
 

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