Ritmo y Tensión para la Historia | Violencia en La Batalla de Argel y La Cinta Blanca
- Catalina Morales
- 6 jun 2020
- 4 Min. de lectura

Podríamos empezar buscando definiciones de violencia. En lo primero que se podría pensar, es en lo empírico, lo performático, y lo visible. La violencia como un acto que interrumpe una armonía, una alteración. En términos generales, pensamos la violencia como un acto, no necesariamente espontáneo, ni tampoco aislado completamente de una historia, pero aún así, como un acto que irrumpe sobre una línea recta. En su libro Sobre la Violencia, Seis Reflexiones Marginales, el escritor Esloveno Slavoj Žižek considera esta concepción de la violencia inmediata, la violencia como acto directo, como violencia subjetiva. Al ofrecernos un distanciamiento de la observación de esta expresión de violencia, el autor plantea otros dos tipos de esta, los cuales se encuentran en planos más profundos de la estructura social: estos son la violencia simbólica (violencia discursiva, que moldea las formas del pensamiento en "la casa del ser"), y la violencia sistémica la cual se encuentra en la base de las estructuras económicas y políticas de una sociedad, la forma (y consecuencia) de su funcionamiento. Ahora, quisiera volver a la consideración inicial de la violencia como ruptura; esta definición implica un estado de cosas a priori: la armonía, que también de por sí implica un juicio de valor: el estado de las cosas es la armonía, la estabilidad tranquila, que es descontinuada abruptamente por un acto, la violencia subjetiva. Sin embargo, dicha irrupción es la reacción (no necesariamente directa, pero sí causal), y expresión de esta armonía, de este status quo, la violencia subjetiva es producto y expresión de la violencia sistémica. Entonces, por un lado hay una relación entre los actos y sus contextos, y por lo tanto deben ser observados en conjunto. Adicionalmente, la fuerza de la violencia sistémica también se puede encontrar justamente en el mantenimiento del status quo, en la inmovilidad dentro de una historia, a nivel individual y colectivo.

La película La Batalla de Argel de Gillo Pontecorvo, estrenada en 1966 en Italia, es un caso muy interesante puesto que no solo es una de las primeras iniciativas para crear un canon cinematográfico estrictamente Argelino, sino que también ha sido utilizado como elemento documental, tanto histórico, como militar. Incluso la misma Agencia de Inteligencia Estadounidense utilizó esta película como documento pedagógico para entender estrategias de guerrilla urbana.
Es por esto que quisiera considerar la mirada (cinematográfica) proporcionada por la película para descubrir los mecanismos debajo de la pasividad de la acción (y también de la insistencia de la acción) contingentemente. Los actos de violencia subjetivos no se explican como estrictamente violentos, sino como participantes dentro de una dinámica política, social, histórica, etc., de violencia sistémica, e incluso, son los actos cotidianos, y aparentemente inocentes, los productos silenciosos de dicha violencia sistémica. Tomemos por ejemplo la escena en la que las mujeres se están arreglando para hacerse pasar por francesas y así evadir los controles militares, sociales y culturales. La escena está acompañada sonoramente por una percusión casi bélica, que contrasta con lo que ocurre visualmente. La escena está explorando un determinado tipo de feminidad desde las acciones cotidianas, el maquillarse, peinarse, mirarse al espejo. Pero la escena se encuentra en una tensión expectante, no solo por la música, sino también por las acciones de las mujeres, la apropiación de esta feminidad se presenta delicada y desde el extrañamiento, es decir, desde la autoconciencia del acto de observar, lo que permite que se sienta sutilmente violenta. La pasividad de estas acciones (y la peculiaridad estética de esta escena frente al resto de la película), nos muestra que hay algo incómodo en ellas, el extrañamiento hace que no las veamos inocentemente, hay algo doloroso en que estas mujeres deban hacer estos actos aparentemente normales. Algo similar ocurre en la escena de la explosión de la bomba en el café del centro de la ciudad, cuando desde la perspectiva de la mujer nos muestran, en cortes relativamente rápidos, retratos de las personas que habitan ese lugar en ese momento. Los gestos de la mujer no expresan algún sentimiento fácil de identificar, lo que nos interpela como espectadores; todos estos rostros, y todos estos actos cotidianos que vemos a través de los ojos de la mujer acarrean en un sentido, una violencia inherente, porque la posibilidad misma de estos actos banales es la superficie de un sistema cuya estructura está sustentada sobre una violencia profunda.

En la película La cinta Blanca de Michael Haneke, estrenada en el 2009, se ilustra muy bellamente el carácter somnoliento de la violencia, es decir, la violencia como pilar fundamental en el mantenimiento de la inacción. "[...] El estado congelado de un sistema, su mera reproducción sin cambios <<cuesta más que algo>> (un cambio)." Toda la película es una constante e incómoda suspensión de un tiempo mítico que corre a puerta cerrada, que en episodios determinados estalla controladamente, como una conversación de diálogos yuxtapuestos e inconclusos, o un crimen sin testigo. Quisiera solamente comentar la escena final en la que mientras la voz en off del profesor narra la partida de algunos personajes del pueblo, se va alejando la cámara en tomas cortadas del pueblo, como imágenes congeladas de la tensión contenida de una violencia latente e inconclusa, casi rítmica. La imagen algo bucólica del pueblo se va alejando entrecortadamente, y el orden social que este esconde se va encerrando en sí mismo.
Esta película ejemplifica también la violencia sistémica, descrita anteriormente, de una manera un poco diferente a La Batalla de Argel, en la cual la violencia es un motor visible de la acción: acción-reacción. La Cinta Blanca engañosamente se desarrolla en la inacción. Sin embargo, más que inacción, podríamos decir mejor: supresión. Para soportar esto me remito al tiempo mítico que he mencionado. La película se nutre del tiempo mítico y de la intimidad, historias de romance, la infancia, etc. En palabras de Marx (1851): “la tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos”. Estos espacios sociales, cargados tradicionalmente de inocencia y nostalgia, están a la vez constituidos por un elemento macabro, una violencia raizal que oprime el tiempo y se encierra en sí misma.
Referencias
Žižek, Slavoj. Sobre la violencia.
Marx, Karl. (1851). El dieciocho brumario de Luis Bonaparte. Segunda edición. Hamburgo 1869.
La película es filmada en ‘flashbacks’ presentados por la memoria de Ali, un líder del frente de Alger de la Liberación Nacional, cuando es capturado por los Franceses en 1957. Tres años después, Ali era un ladrón que se unió a una organización secreta para poder deshacerse del Casbah y de los asociados con el gobierno colonial. La película sigue el trabajo de los rebeldes y las medidas extremas que tomó el gobierno Francés para convertirse en una revuelta nacional.