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Silencio: El grito ensordecedor de la experiencia humana | Reseña

  • Foto del escritor: Santiago Blanco
    Santiago Blanco
  • 25 sept 2020
  • 5 Min. de lectura

“Rezo pero estoy perdido, ¿tan solo le estoy rezando al silencio?”.

Este es el dilema que acompañará al padre Rodrigues durante su odisea por el peligroso Japón de Silencio (2016). Basado en el libro del mismo nombre por Shusaku Endo, Silencio narra la historia de dos misioneros jesuitas, Sebastião Rodrigues (Andrew Garfield) y Francisco Garupe (Adam Driver), en busca de su maestro Cristóvão Ferreira (Liam Neeson), quien supuestamente ha abandonado la fe católica para convertirse al budismo durante su misión al Japón de la Era Edo.


Silencio es una de las tres películas de tema religioso dirigidas por Martin Scorsese junto a La última tentación de Cristo (1988) y Kundun (1997). Sin embargo, el director la considera su “proyecto consentido”. Scorsese la empezó a desarrollar desde 1990 pero no fue hasta 26 años después que el proyecto sería consumado. El director, quien en algún momento deseó ser sacerdote dijo de la película: “A medida que envejeces las ideas vienen y van. Preguntas, respuestas, la pérdida de las respuestas y luego más preguntas, eso es lo que me interesa…Silencio es algo que me atrae de esa manera. Ha sido una obsesión, debe ser hecha…es una poderosa y maravillosa historia verídica, un thriller de cierta manera, pero se trata de esos dilemas”.


La búsqueda de respuestas a estos problemas del alma es la que guía a nuestros protagonistas a la isla para encontrar a su maestro y seguir la riesgosa obra de evangelización en un país donde ser cristiano es un crimen capital. En Japón, Rodrigues y Garupe se separan y van a diferentes áreas para continuar su proselitismo. Rodrigues es traicionado por uno de sus feligreses, Kichijiro, un pescador que en varias ocasiones había apostatado para salvar su propia vida. Al ser llevado a un tribunal, las autoridades japonesas le dicen que no quieren matarlo, sino que prefieren que él rechace su propia fe para de una vez eliminar la plaga del cristianismo en su país. Después de todo, lo último que quieren es otro sacerdote mártir. Es entonces que las autoridades le dicen a Rodrigues que seguirán matando cristianos inocentes hasta que él acepte sus demandas y apostate pisoteando una imagen de Jesucristo.


Mientras tanto, Garupe muere tratando de salvar a unos creyentes de su ejecución. Otros mártires son torturados y asesinados. Rodrigues es forzado a ver todas estas horribles imágenes de sufrimiento y dolor, es ahí donde el tema central de la película florece: ¿Dónde está Dios? ¿Por qué está en silencio? Al ver tan espantosas escenas el mismo Rodrigues se pregunta: “de seguro Dios escuchó sus oraciones al morir, pero ¿será que también escuchó sus gritos?”.

Sin importar nuestras creencias religiosas, estas son preguntas que de una y otra manera todos nos hemos hecho alguna vez ante la desgarradora condición de nuestra realidad. ¿por qué existe tanto dolor? ¿Por qué ocurren cosas malas a gente buena y hasta inocente? ¿Si hay un Dios o una fuerza mayor, dónde está? Esta impotencia es quizá uno de los atributos más humanos que tenemos, nuestra impotencia ante las condiciones del universo y su aparente indiferencia. Silencio trata estos temas centrales en la experiencia humana tales como la justicia, la esperanza, la traición, la fe, la duda, el sufrimiento, y el orgullo.


A través de los ojos de Rodrigues, el espectador es obligado reflexionar en cuanto a estos problemas y a hacerse las mismas preguntas punzantes. La brutalidad de los inquisidores, la cual es universal, hace eco en nuestras sociedades modernas. La vemos en las ejecuciones de líderes sociales que mueren por un ideal al igual que los mártires que Rodrigues llora. También en las injustas muertes de inocentes a manos de las autoridades que se supone están ahí para protegerlos. O quizá en la negligencia de nuestros dirigentes a la desigualdad social y económica que infesta nuestro país. ¿Qué hacemos? ¿rezamos solamente por la intercesión divina como lo hace Rodrigues? ¿gritamos y rogamos a Dios que pare el sufrimiento? Ante estas dantescas escenas Silencio nos dice: “reza, pero reza con los ojos abiertos”.


El problema radica en que no es la responsabilidad de Dios la de parar el sufrimiento de los mártires, sino es la responsabilidad de Rodrigues. Con solo pisar la imagen de Cristo, todo el sufrimiento va a parar. En el clímax de la película Rodrigues tiene una conversación con Ferreira, su antiguo maestro quien ahora tiene un nombre budista y una familia propia. Rodrigues, disgustado, expresa su decepción ante la apostasía de su maestro. Ferreira entonces le hace entender a Rodrigues que es su orgullo el que le está evitando “negar” a Cristo para salvar a los feligreses. Suya es la decisión de convertirse en su salvador a cambio del sacrificio de su ego. Al fin, el protagonista decide actuar para librar a los inocentes. Es entonces, cuando Rodrigues está a punto de pisar la imagen de Cristo, que el silencio se rompe y escucha la voz de Dios: “Vamos, está bien. Pisame, yo entiendo tu dolor. Yo vine al mundo a compartir el dolor del hombre. Yo llevé la cruz por tu dolor. Tu vida es mía ahora. Pisa”.

Esta es la conclusión de Silencio ante el dilema que plantea. Es cuando decidimos actuar que el insoportable silencio del universo se rompe. Es cuando hombres y mujeres como tú y yo decidimos hacer algo más que solo desear, o rezar, que encontramos las respuestas a nuestras preguntas. Silencio es por seguro una de las mejores cintas de Scorsese, sin duda una de las más infravaloradas. Este filme nos invita no solo a reflexionar sobre estas preguntas aparentemente impenetrables sino también a volvernos la respuesta a ellas. ¿Por qué existe tanto dolor en el mundo? Quizá la pregunta ahora es ¿qué voy a hacer para mitigarlo? ¿Por qué ocurren cosas malas a gente buena? No sé, pero yo me aseguraré de que también cosas buenas pasen a ellos. Es en ese silencio donde nosotros podemos volvernos la respuesta.


Rodrigues decide vivir toda su vida de esta manera, siendo la voz viviente y la respuesta a las oraciones que tanto ofreció a través de su sacrificio en vida. De la misma manera, el filme nos invita a tomar acción y responsabilidad ante los grandes horrores de la humanidad. Es ahí donde la divinidad brota y las respuestas a los grandes dilemas del alma se revelan gradualmente. La historia de Rodrigues cierra con un diálogo fruto de una trayectoria de introspección. Una invitación directa al espectador a romper el silencio de su propia vida:


“Señor, yo luché con tu silencio” dice,

“Yo sufrí contigo. Nunca estuve en silencio”, le responde su Señor,

“Lo sé… Y aún si Dios hubiera estado en silencio toda mi vida, hasta este día, todo lo que hago, todo lo que hice, hablaría de él”.


 
 
 

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